lunes, febrero 27, 2006

 

¿Es Noam Chomsky un infiltrado?

Paladín de la izquierda norteamericana, el lingüísta Noam Chomsky jamás se ha metido con el estado de Israel. El también judío Jeffrey Blankfort aclara el papel de Chomsky en esta entrevista que podéis leer entera en http://www.voltairenet.org/article136005.html

Jeffrey Blankfort es periodista estadounidense y productor de programas radiales en las cadenas KPOO, de San Francisco; KZYX, de Mendocino, y KPFT/Pacifica, de Houston. Su compromiso con la lucha política a favor de los palestinos y por la creación de un Estado único binacional en Palestina desde los años 70 hizo que los movimientos sionistas estadounidenses lo consideraran como uno de sus archienemigos pero le valió también críticas por parte de un sector de la izquierda estadounidense, reagrupada alrededor de Noam Chomsky, que le reprocha su «obsesión por el grupo de influencia». Jeffrey Blankfort fue redactor del Middle East Labor Bulletin y cofundador del Labor Committee of the Middle East. Fue también miembro fundador de la Nov. 29 Coalition on Palestine.



– En otras palabras, ¿Estados Unidos estaría actuando en función de los intereses de Israel? ¿No se opone esa tesis a la que sostienen Chomsky y la izquierda en general, que estiman que es Estados Unidos el que utiliza a Israel, que no hay convergencia de intereses entre Israel y Estados Unidos, y que Israel desempeña simplemente el papel de «gendarme» como pago por los favores de Estados Unidos en el Oriente Medio?

Jeffrey Blankfort: Es cierto, Chomsky tiende a simplificar la política estadounidense echándole la culpa de todo a las élites y a todo el que esté en la Casa Blanca, aunque ocultando cuidadosamente el papel del Congreso. Chomsky y sus amigos agitan, directa o indirectamente, el espectro del antisemitismo, o el de la incitación al antisemitismo, y el resultado es que todo el mundo se calla. Bueno, tenemos que saber que Chomsky, que fue sionista durante su juventud –vivió en Israel, tiene amigos allá e incluso pensó establecerse allí definitivamente– reconoció en 1974 que eso podía estar influyendo en sus análisis y sus posiciones, y quiso que sus lectores lo supieran. Así lo escribió en 1974. Sin embargo, son pocos los lectores de Chomsky que lo saben hoy día. No saben que Chomsky fue sionista y que llegó incluso a estudiar la posibilidad de radicarse en Israel. De hecho, en años no ha dicho nunca una palabra sobre Israel, aunque ha hablado sobre el papel de Estados Unidos en América Latina y en Vietnam. Fue un amigo común, el Dr. Israel Shahak, quien convenció a Chomsky de abordar públicamente el tema de la manera en que Israel trata a los palestinos. Es interesante comprobar que la obra más importante de Chomsky sobre la cuestión israelo-palestina, The Fateful Triangle [El triángulo fatal] empieza, de hecho, por una defensa de Israel. O sea que, aunque reconoce todos los crímenes israelíes contra los palestinos, ¡acusa principalmente a Estados Unidos por permitir que se cometan! Permítame decirle que ese tipo de defensa podría servirle a Pinochet, en Chile, o a cualquier otro dictador aupado por Estados Unidos en cualquier otro lugar del mundo, para ser exonerado de la responsabilidad fundamental de sus crímenes y hacerla recaer en Estados Unidos… Yo no estoy de acuerdo con eso… Y la mayoría de los que comprenden la situación tampoco está de acuerdo cuando tienen que analizar esa manipulación.

Algunos de mis amigos, que también son amigos de Chomsky, lo han reconocido; están de acuerdo conmigo. Yo diría que el problema consiste en que, como colegas académicos, se sienten incómodos en criticar a Chomsky, sobre todo teniendo en cuenta los constantes ataques de que es objeto por parte de la derecha.

[Chomsky] ha defendido a mucha gente que era atacada y, de esa manera, se ha ganado su lealtad. También ha servido de tutor a bastantes investigadores e, irónicamente, es Chomsky quien ha llevado a mucha gente a adoptar un compromiso político… Esa gente leyó a Chomsky y se entusiasmó con la acción política. ¡Sólo después se dan cuenta –con suerte– que Chomsky no sólo abre puertas sino que también las cierra!

– ¿Lo cual quiere decir que Chomsky concede al grupo de influencia pro israelí menos importancia de la que en realidad tiene? ¿Ha sostenido Chomsky alternativas injustas hacia los palestinos en aras de proteger a Israel, país con el que mantiene un vínculo afectivo? ¿Es ese el único caso en que Chomsky defendió lo indefendible?

Jeffrey Blankfort: Sí, en lo esencial. Sobre la mayoría de los demás temas es más abierto. Pero sobre ese tema en particular, se niega de plano a conversar. En 1991, tuvimos un intercambio que se publicó en un diario de izquierda de Nueva York, The National Guardian, y un amigo de Nueva York quiso organizarme un debate con Chomsky sobre la cuestión del grupo de influencia israelí durante la Conferencia de Investigadores Socialistas (Socialist Scholars Conference). Chomsky se negó escribiendo que «eso no aportaría nada ». Después de su negativa, le pregunté a un profesor de California, Joel Benin, a quien conozco bien y que defiende las posiciones de Chomsky, si estaría dispuesto a participar en un debate conmigo. También se negó dándome exactamente la misma respuesta: «¡Eso no aportaría nada!»

– ¿Y en cuanto a Irán, que hoy está en la mirilla, Chomsky minimiza también, según la opinión de usted, el papel del grupo de influencia que actúa en Estados Unidos a favor de Israel?

Jeffrey Blankfort: En lo tocante a Irán, parece que Chomsky y los demás siguen sin querer ver la campaña que el grupo de influencia está desarrollando para llevarnos a una nueva guerra –una guerra que sería muchísimo más catastrófica que el actual desastre de Irak.
Existe, en Estados Unidos, una coalición de doce organizaciones comunitarias judías que se identifica a sí misma como «Una Voz por Israel» (One Voice for Israel), y que se creó en 2002 para responder a la publicidad negativa que la destrucción de Jenin significó para Israel. Todos los años, durante una especie de apoteosis que llama «Take-5», esa federación se las arregla para que un millón de mujeres judías llamen por teléfono a la Casa Blanca simultáneamente. Otro día llaman al Congreso. Cada vez que lo hacen bloquean la central telefónica del Capitolio. Es una forma de demostrar su poder...

El 22 de febrero van a llamar al presidente Bush para decirle lo que ellas creen se debe hacer en cuanto a Irán y al desarrollo nuclear de ese país, sea civil o militar. Ese tipo de operación sigue teniendo lugar, permanentemente, pero el movimiento antiguerrerista, o la izquierda, no estiman que sea un problema. ¡Si saben que existe! El profesor Chomsky me escribió (a mí y a otros) que ese asunto no le interesa...

Hace ya dos años, cuando la misma persona que lo había invitado a debatir conmigo (en 1991) le preguntó a Chomsky si estaba interesado, él se negó invocando mi «obsesión por el grupo de influencia». Incluso escribió que se niega a leer el artículo que escribí sobre él. No es el tipo de respuesta que se espera de un intelectual. Me parece curioso que acepte con gusto debatir con Alan Dershowitz, porque es realmente fácil, y que se niegue sin embargo a debatir con alguien de izquierda. Por lo menos sobre ese tema… ¡Y es de eso que habría que hablar no de otra cosa!

– ¿Piensa usted que exista en otros países algo equivalente al AIPAC?

Jeffrey Blankfort: El AIPAC es algo muy particular. Aunque es un grupo de influencia declarado y registrado como favorable a Israel no está obligado a registrarse como grupo de influencia extranjero, lo cual lo sitúa en una posición absolutamente única en Estados Unidos. En cada audiencia del Congreso que tenga que ver con las cuestiones del Medio Oriente, usted podrá ver empleados del AIPAC participando.

Ningún otro grupo de influencia, en particular ningún grupo de influencia extranjero, tiene ese privilegio. También son ellos quienes redactan las leyes que el Congreso adopta seguidamente, como por ejemplo el reciente decreto «Sobre la rendición de cuentas por Siria y la soberanía de Líbano» (Syrian Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act) [3], adoptado hace dos o tres años, que debía llevar a la situación que vemos hoy en el Líbano y Siria, decreto que fue redactado par el AIPAC, que llegó incluso a jactarse de ello poco después.

La izquierda es la única pretende no saber nada de eso. También está en el sitio web del AIPAC, así como en sus publicaciones impresas. El AIPAC propone también jóvenes y brillantes estudiantes judíos para que hagan pasantías en las oficinas de los parlamentarios en el Congreso. Le piden a un congresista que los reciba y le dicen: «Tenemos un joven que quisiera hacer una pasantía en el Capitolio, nuestros jóvenes pueden hacer una pasantía de un año y harán un trabajo eficaz en su oficina… » ¿Ustedes creen que haya muchos congresistas que se nieguen a aceptar un secretario que no cobra?

Esa organización –AIPAC– tiene también una fundación especial que organiza viajes gratuitos a Israel para los miembros del Congreso. El año pasado más de cien congresistas fueron a Israel por esa vía, sin que les costara un centavo, con todos los gastos pagos por esa fundación. Es bueno saber que hay un gran debate alrededor de esos viajes gratis pagados por diferentes grupos de influencia, pero no creo eso signifique el menor problema para las maniobras del AIPAC. Si hay medidas drásticas, el Congreso hará una excepción cuando se trate de Israel...

– ¿Lo cual quiere decir que Chomsky concede al grupo de influencia pro israelí menos importancia de la que en realidad tiene? ¿Ha sostenido Chomsky alternativas injustas hacia los palestinos en aras de proteger a Israel, país con el que mantiene un vínculo afectivo? ¿Es ese el único caso en que Chomsky defendió lo indefendible?

Jeffrey Blankfort: Sí, en lo esencial. Sobre la mayoría de los demás temas es más abierto. Pero sobre ese tema en particular, se niega de plano a conversar. En 1991, tuvimos un intercambio que se publicó en un diario de izquierda de Nueva York, The National Guardian, y un amigo de Nueva York quiso organizarme un debate con Chomsky sobre la cuestión del grupo de influencia israelí durante la Conferencia de Investigadores Socialistas (Socialist Scholars Conference). Chomsky se negó escribiendo que «eso no aportaría nada ». Después de su negativa, le pregunté a un profesor de California, Joel Benin, a quien conozco bien y que defiende las posiciones de Chomsky, si estaría dispuesto a participar en un debate conmigo. También se negó dándome exactamente la misma respuesta: «¡Eso no aportaría nada!»

– ¿Y en cuanto a Irán, que hoy está en la mirilla, Chomsky minimiza también, según la opinión de usted, el papel del grupo de influencia que actúa en Estados Unidos a favor de Israel?

Jeffrey Blankfort: En lo tocante a Irán, parece que Chomsky y los demás siguen sin querer ver la campaña que el grupo de influencia está desarrollando para llevarnos a una nueva guerra –una guerra que sería muchísimo más catastrófica que el actual desastre de Irak.
Existe, en Estados Unidos, una coalición de doce organizaciones comunitarias judías que se identifica a sí misma como «Una Voz por Israel» (One Voice for Israel), y que se creó en 2002 para responder a la publicidad negativa que la destrucción de Jenin significó para Israel. Todos los años, durante una especie de apoteosis que llama «Take-5», esa federación se las arregla para que un millón de mujeres judías llamen por teléfono a la Casa Blanca simultáneamente. Otro día llaman al Congreso. Cada vez que lo hacen bloquean la central telefónica del Capitolio. Es una forma de demostrar su poder...

El 22 de febrero van a llamar al presidente Bush para decirle lo que ellas creen se debe hacer en cuanto a Irán y al desarrollo nuclear de ese país, sea civil o militar. Ese tipo de operación sigue teniendo lugar, permanentemente, pero el movimiento antiguerrerista, o la izquierda, no estiman que sea un problema. ¡Si saben que existe! El profesor Chomsky me escribió (a mí y a otros) que ese asunto no le interesa...

Hace ya dos años, cuando la misma persona que lo había invitado a debatir conmigo (en 1991) le preguntó a Chomsky si estaba interesado, él se negó invocando mi «obsesión por el grupo de influencia». Incluso escribió que se niega a leer el artículo que escribí sobre él. No es el tipo de respuesta que se espera de un intelectual. Me parece curioso que acepte con gusto debatir con Alan Dershowitz, porque es realmente fácil, y que se niegue sin embargo a debatir con alguien de izquierda. Por lo menos sobre ese tema… ¡Y es de eso que habría que hablar no de otra cosa!

– Para ayudar a los palestinos a obtener justicia sería necesario al menos que quienes los apoyan –o pretenden hacerlo– digan la verdad. Lo que sucede da la impresión que no se dice la verdad ni siquiera en el seno de ese grupo. ¿Cree usted que la solidaridad fracasó en Estados Unidos, como en Europa, porque la dirige gente que está ahí para frenar la crítica contra Israel? ¿Piensa que la influencia de Chomsky se ejerció en ese sentido?

Jeffrey Blankfort: Aquí, en Estados Unidos, el movimiento pro palestino es totalmente ineficaz, desde hace mucho tiempo, y es por varias razones. Una de ellas es que se niega a reconocer el papel del grupo de influencia pro israelí. Es como si usted se estuviera preparando para jugar un partido de football. Usted se pone los zapatos apropiados pero, en vez de ir para el estadio, ¡se va para el centro comercial! Si cuando suene el silbato, usted ni siquiera está en la cancha ¿cómo va a ganar el partido?

O sea, usted tiene de un lado, el grupo de influencia más poderoso de Estados Unidos, y del otro, el movimiento de solidaridad con los palestinos que no se preocupa en lo más mínimo del anterior, aparte de alguna que otra protesta ocasional frente al AIPAC… Una de las razones es que ese movimiento de solidaridad está influido por grupos marxistas, que siempre están desfasados, que viven en otra época, en un pasado donde los grupos de influencia no desempeñaban ningún papel. ¡Hay militantes políticos que me dicen bastante a menudo que hablar del grupo de influencia «no es marxista» o que hablar del grupo de influencia «no es socialista»! Yo les digo que es un elemento que existe, una realidad y que eso es lo importante. Por otro lado, hay muchísimos antisionistas judíos, de estilo inimitable, que ocupan posiciones como dirigentes en el movimiento pro palestino, que afirman que denunciar al grupo de influencia conduce al antisemitismo.

Esos son lo que yo llamo «judíos excepcionalistas», que rechazan toda crítica dirigida contra actos realizados colectivamente por otros judíos, como el cabildeo a favor de Israel, ¡lo que en la práctica los hace muy difíciles de diferenciar de los sionistas confesos!

Le voy a decir lo que sucede: cada vez que oigo a esa gente negar la existencia del grupo de influencia, ¡me recitan palabra por palabra el dogma chomskyano sin citarme siquiera el nombre de Chomsky!

¡Chomsky ejerce sobre ellos una influencia tan crítica, tan poderosa, que no pueden hacer otra cosa que identificarse con él!
Chomsky se pronunció públicamente contra la desinversión del Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde él trabaja, y logró aniquilar, de tanto edulcorarla, una resolución de desinversión en Israel. Se opone a toda sanción contra Israel, se opone a la eliminación de las relaciones, ¡nunca ha sacado de la manga una propuesta de acción para cambiar la situación mundial que vaya más allá de «escribirle al redactor jefe»!
Nunca menciona al Congreso, nunca menciona las comisiones presupuestarias. Si llega a mencionar la ayuda a Israel en el Congreso, jamás dirá: «¡Ustedes tienen que parar eso!» La mencionará como si fuera un hecho que se toma o se deja, como si dijera: «Hoy está lloviendo » o «Está bonito el día». Yo le escribí sobre el asunto y su respuesta no fue especialmente amistosa...

Desde 1988 hasta 1995 estuve publicando una revista, el Middle East Labor Bulletin, que tuvo a Chomsky entre sus suscriptores. Yo escribía una sección especial, dedicada al grupo de influencia israelí en el Congreso, en la que revelaba los nombres de los congresistas que estaban con el grupo y mencionaba las fuentes, en su mayoría de la prensa sionista. Todo lector de la revista disponía de pruebas ampliamente suficientes del control del grupo de influencia israelí sobre el Congreso de Estados Unidos.

Recientemente volví a leer ciertos números de aquella revista, publicados hace 20 años. ¡Podría haberlos escrito hoy! Así Chomsky no puede hacerse ahora el que no sabe. Pienso simplemente que sus tempranas lecciones de catequismo sionista y sus temores en cuanto al porvenir de los judíos siguen tan presentes en su mente que es como un niño que se niega a admitir la verdad. Da lástima.

Pertenece a esa categoría de gente que llamamos, en Estados Unidos, «gatekeepers» (guardianes del serrallo)… También es un «gatekeeper» en lo tocante a otro tema fundamental: les hechos del 11 de septiembre de 2001. Él descarta de un manotazo las numerosas preguntas que han aparecido alrededor de la versión oficial de la administración Bush sobre los atentados del World Trade Center. Chomsky afirma que no hay ninguna razón seria para poner en duda la versión de los atentados del 11 de septiembre que cuenta Bush. También la mayoría de las críticas que le dirigen [a Chomsky] provienen de personas que han investigado los atentados del 11 de septiembre, mientras que él se obstina a repetir el mantra según el cual «lo que nos contó la administración Bush es la verdad». O sea, el papel que Chomsky desempeña actualmente en la arena internacional es, en mi opinión, un papel reaccionario.

También dice, por otro lado, muchas cosas que están bien, con las que estoy de acuerdo y repito una vez más que mucha gente dice que Chomsky los llevó a preocuparse por la política. Él encendió la chispa en bastante gente. Pero, en este momento –quizás se trate de una situación dialéctica– está apagando la chispa o, por lo menos, está orientado a sus émulos en la dirección incorrecta…

Comments:
gracias rafa por la nota...excelente y la comparto al 100%.

saludos
 
Mira los cambios que he hecho en mi web: www.rafapal.com, Ahora ¡ya tengo vídeos!
 
nick pope....¿infiltrado?
 
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